martes, 22 de diciembre de 2015

PENSAMIENTO SOCIAL DE LA IGLESIA

ECOLOGÍA Y PAZ


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3.4. Ecología y la paz.

Nos encontramos frente a dos temas emergentes para el mundo actual, la ecologías, frente a los últimas noticias sobre el calentamiento global, la tala indiscriminada de bosques, la pesca indiscriminada, etc. Y la paz, frente a una ola creciente de violencia e irrupciones agresivas en la vida de las personas y los pueblos.

3.4.1. El concepto de ecología


Fuente: Hemisferio de tierra cubierto por las plantas verdes. Concepto de ecología. Ilustración, aislado en un blanco


Llevamos muchos siglos reconociendo que el mundo creado es la casa (oikós) del ser humano. Y hace mucho que habíamos tratado de encontrar un instrumento racional para manejar sus recursos. A la ciencia que estudiaba esas medidas la llamaron Economía.

La palabra Ecología aparece por primera vez en el año 1866 en una nota a pie de página, en la obra de Ernst Haeckel. Desde allá nos hemos dado cuenta de que era preciso iniciar una seria reflexión sobre las relaciones existentes entre los seres vivos y su ambiente, así como entre ellos mismos. La Ecología es un neologismo formado a partir de las palabras griegas, “oikos” y “logos” y significa “ciencia del hábitat” o “ciencia de la casa”.
Por respetables que sean, esas dos palabras comienzan ahora a adquirir unas connotaciones un tanto novedosas. La Economía nos sugiere no sólo las estrategias que los humanos adoptamos para sacar el mejor fruto posible a los bienes de la tierra, sino que nos evoca la normatividad (nomos) que el medio ambiente nos impone para poder seguir siendo lo que es y para permitir que los humanos lo seamos de verdad. La Ecología, por otra parte, nos recuerda la necesidad de articular una reflexión coherente – es decir, un logos - sobre la casa cósmica en la que se desarrolla la peripecia de la vida en general y la de la vida humana en especial.
Pero el estudio de las relaciones del ser humano con la comunidad biótica y su “soporte” cósmico habría de suscitar necesariamente un sentimiento nuevo y una reflexión sobre las responsabilidades éticas que al ser humano le corresponde con relación al planeta y a sus habitantes. 

3.4.1.1. La conciencia ecológica en el Pensamiento Social de la Iglesia




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La Iglesia ha tenido que asomarse a este campo con un cierto talante apologético, para responder a los que achacan el deterioro ambiental a un antropocentrismo de cuño bíblico. Se dice que la comprensión del hombre como imagen de Dios lo habría convertido en un dueño despótico del medio152. Sin embargo, la Iglesia no puede limitarse a hacer apologética. Corresponde a la Antropología Cristiana mostrar el aprecio que el mundo, en cuanto creación de Dios, merece para los creyentes en el Dios Creador. Y corresponde a la Ética subrayar la responsabilidad que al ser humano le compete frente al mundo que es su casa. Nuestro abuso de la naturaleza no se debe a nuestra fe, sino a nuestra falta de fe.
Antes de las enormes transformaciones ambientales producidas por la civilización industrial, ni la sociedad ni las iglesias habían sentido la urgencia de educar a la humanidad con vistas a la formación de una conciencia responsable y solidaria respecto al "medio ambiente". El ser humano se ajustaba con toda normalidad a los ritmos de la naturaleza. Ante el panorama actual, los hombres y mujeres que creen en Dios no pueden desentenderse de la suerte del planeta. También para ellos se abre, inquietante y urgente, la pregunta por la naturaleza. O mejor, la pregunta por la relación entre el ser humano y la naturaleza.
De acuerdo con la fe cristiana, el mundo material es reconocido como fruto de la acción creadora y sustentadora de Dios. Para los cristianos, la naturaleza participa junto con el hombre del estado de “creaturalidad” y con él aguarda la revelación pascual del Señor.

La Iglesia, a través del Magisterio papal, aun sin citar la palabra “ecología”, ha dedicado atención permanente a los problemas ambientales y los ha convertido también en “cuestión social”. Agrupamos en tres períodos las manifestaciones eclesiales.

De León XIII a Pio XII (1891-1958), lo que constatan es que el progreso científico y tecnológico no puede esconder las huellas del Creador que ha puesto en las manos del hombre toda la creación para beneficio de todos.

De Juan XXIII a Pablo VI (1958-1978), la idea fundamental dice que no es conforme a la dignidad de la persona humana la existencia de una inmensa mayoría sin recursos, fruto de un modelo de desarrollo depredador e insolidario.
Paulo VI aborda en dos direcciones.
Primero en la Populorum progressio, centrándose en el problema del hambre, relaciona las posibilidades creadoras de recursos por el hombre y los riesgos de un progreso salvaje, y la necesidad de que se orienten al auténtico desarrollo de la dignidad de todos los hombres (PP 34).
Y segundo en la Octogesima adveniens, en línea con lo que anticipaba el Vaticano II sobre normas de higiene, circulación y convivencia, propios de una ética individualista (GS 30) y de todo lo que atenta contra la vida humana (GS 27).

A finales de este período, la Iglesia había integrado plenamente las preocupaciones ecológicas en la reflexión de la Iglesia.

Juan Pablo II, ya desde su primera encíclica Redemtor hominis (1979), recoge la singular herencia anterior, y habla de la Creación que “gime y sufre” dañada por la contaminación y la explotación para fines industriales y militares (RH 8 y 15).

Y, ese mismo año, nombra a Francisco de Asís (1.182) “patrono de los ecologistas”, porque vivió con sencillez, contra el poder y la dominación, y porque es un ejemplo de armonía cósmica, de comunión con todas las criaturas.

El año 1989, en Basilea, la Asamblea Ecuménica Europea “Paz y Justicia” elabora un importante documento de trabajo para las Iglesias, bajo el título Paz y Justicia para toda la creación.

En la encíclica Centesimus annus (1991), se refiere a la ecología hablando de los hábitos de consumo y de los estilos de vida que supone una visión puramente materialista, presenta la cuestión ecológica estrechamente vinculada al consumismo, y afirma que “en la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico” (CA 37).

Finalmente en la encíclica Evangelium vitae (1995), el Papa dice que es tarea del hombre defender y promover, respetar y amar, cultivar y cuidar el ambiente que Dios puso al servicio de su dignidad personal y de su vida (EV 42).
3.4.1.2. El ambiente, un bien colectivo





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La tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo,154 destinado a todos, impidiendo que se puedan « utilizar impunemente las diversas categorías de seres, vivos o inanimados —animales, plantas, elementos naturales—, como mejor apetezca, según las propias exigencias ».155

Es una responsabilidad que debe crecer, teniendo en cuenta la globalidad de la actual crisis ecológica y la consiguiente necesidad de afrontarla globalmente, ya que todos los seres dependen unos de otros en el orden universal establecido por el Creador: “Conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado, que es precisamente el cosmos”.156

La responsabilidad respecto al medio ambiente debe encontrar una traducción adecuada en ámbito jurídico. Es importante que la Comunidad Internacional elabore reglas uniformes, de manera que esta reglamentación permita a los Estados controlar más eficazmente las diversas actividades que determinan efectos negativos sobre el ambiente y preservar los ecosistemas, previniendo posibles incidentes.

El contenido jurídico del derecho a un ambiente natural seguro y saludable será el fruto de una gradual elaboración, solicitada por la opinión pública, preocupada por disciplinar el uso de los bienes de la creación según las exigencias del bien común y con una voluntad común de instituir sanciones para quienes contaminan.

La programación del desarrollo económico debe considerar atentamente “la necesidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza”,158 porque los recursos naturales son limitados y algunos no son renovables.

3.4.1.3. Nuevos estilos de vida




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Los graves problemas ecológicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida, “a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un desarrollo común, sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones”. 168 Tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social.
Es necesario abandonar la lógica del mero consumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesidades primarias de todos.

Una actitud semejante, favorecida por la renovada conciencia de la interdependencia que une entre sí a todos los habitantes de la tierra, contribuye a eliminar diversas causas de desastres ecológicos y garantiza una capacidad de pronta respuesta cuando estos percances afectan a pueblos y territorios.169

La actitud que debe caracterizar al hombre ante la creación es esencialmente la de la gratitud y el reconocimiento: el mundo, en efecto, orienta hacia el misterio de Dios, que lo ha creado y lo sostiene. Si se coloca entre paréntesis la relación con Dios, la naturaleza pierde su significado profundo, se la empobrece.

3.4.1.4. Para una práctica concreta desde los jóvenes




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Los jóvenes son los que tienen la fuerza del cambio. Deberán replantearse la actitud del hombre ante la naturaleza, el papel de la técnica, el problema del crecimiento y el uso de los recursos. La Ecología ha de convertirse al fin en Ecoética. La cuestión ecológica es una cuestión teológica. En ese contexto de fe, será preciso analizar las relaciones del hombre con el ambiente a partir de las claves del dominio, la participación y la custodia del medio por parte del ser humano como puente entre Dios y la naturaleza170.

Por lo tanto, ante la crisis ecológica son necesarias respuestas conjuntas que generen nuevas relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza.

La comunidad internacional tiene la obligación de asumir de manera global la solución a los problemas ecológicos, desde los fenómenos de contaminación y depredación de la naturaleza, hasta los fenómenos de desfiguración y destrucción de la vida y de la persona humana.

3.4.2. La paz




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"En la actual coyuntura histórica, construir la paz aparece como la realización más elevada de la cultura. La paz es esencialmente obra de la conciencia clara de los hombres. No hay paz sin cultura humana y sin la paz la cultura no podría sobrevivir. Una verdadera cultura de la paz se podrá instaurar únicamente por la humanización de nuestras sociedades. No existe un objetivo más urgente ni más difícil. Pero no olvidemos que la cultura es igualmente una forma de esperanza"171.


3.4.2.1. La nobilísima y auténtica noción de paz




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Si para la Biblia la paz es una vivencia positiva y multiforme172, en consecuencia, para el Concilio la paz no es “mera ausencia de la guerra, ni se reduce al sólo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica” sino que la paz es “obra de la justicia” y “fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fun-dador”.
La vivencia y el cultivo de la paz obliga a todos los hombres. “la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo que hacer” como tampoco la paz escapa a la herida del pecado, “el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima”.
Para lograr esta paz en toda la tierra se requiere: 1) asegurar "el bien de las personas y la comunicación espontánea entre hombres de sus riquezas" materiales, intelectuales y espirituales; 2) "respetar a los demás hombres y pueblos" en su dignidad; y 3) un "apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz".

3.4.2.2. La paz es fruto de la justicia y de la caridad




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•La paz es un valor y derecho universal que se funde sobre una correcta concepción de la persona
•La paz es el fruto de la justicia, siendo el respeto de la persona en todas sus dimensiones
La paz es el fruto del amor, acto propio de la caridad.

3.4.2.3. Defender la paz



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La legitima defensa justifica la existencia de las fuerzas armadas en los Estados, cuya acción debe estar al servicio de la paz: quienes custodian con ese espíritu la seguridad y la libertad de un país, dan una auténtica contribución a la paz.

El número creciente de militares que trabajan en fuerzas multinacionales, en el ámbito de las “misiones humanitarias y de paz”, promovidas por las Naciones Unidas, es un hecho significativo

3.4.2.4. La cultura de la paz (CA., 51)




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•La Iglesia promueve esta verdadera cultura, realizando labor en el corazón del hombre y en la manera en la que se compromete a construir su futuro, promoviendo los niveles que los favorecen para construir una cultura de paz. Anulando sus dotes en la guerra.

3.4.2.5. El desarme




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La doctrina social propone una meta de un “desearme en general equilibrado y controlado” el aumento de las armas ha generado una grave amenaza  para la estabilidad y la paz.

  • Las armas no debería ser justificadas por ningún motivo  ya que la carrera de armamentos no asegura la paz, en lugar de eliminar las causas de guerra, se corre siempre el riesgo de agravarlas. Las armas de destrucción masiva representan amenazas particularmente grave quienes poseen estos armamentos según la doctrina social de la iglesia poseen una grande responsabilidad delante de Dios.


  • El reclutamiento a  niños y personas adolescentes deben ser denunciadas ya que en algunos países llevan a personas muy jóvenes a enfrentar  y combatir a la fuerza sin ser plenamente conscientes de las consecuencias que se están generando. Los niños que utilizan las armas peligrosas son adiestrados para matar causando un crimen intolerable. Al mismo tiempo se debe dar un cuidado y una buena educación para aquellos jóvenes que han participado en las guerras.

De acuerdo al texto estudiado nos damos cuenta que el terrorismo es una de las formas más brutales de la  violencia que actualmente está perturbando a las comunidades internacionales, sembrando en cada persona “odio, muerte, deseo de venganza y de represalia” manifestando un desprecio total de la vida humana por lo que estos actos hieren profundamente la dignidad humana. El reclutamiento  de los terroristas resulta más fácil en los contextos sociales donde los derechos son conculcados y las injusticias se toleran durante demasiado tiempo.


3.4.2.6. Orientaciones conciliares para la acción




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El concilio, para actuar en este campo, presenta recomendaciones.
·       
  •  Deben trabajar todos para que cese y reduzca  la carrera de armamentos, realizando mutuos acuerdos y eficaces garantías.
  • Manifestar reconocimientos  hacia personas de buena voluntad, que cada día se esfuercen por ayudar a eliminar las guerras.
  • Promover con mayor urgencia para poder obtener resultados prácticos.
  • Preocuparse  de la reforma de la propia mentalidad,  a que los gobernantes dependen enormemente de las opiniones de las  multitudes.
  • Los educadores de la juventud tengan como gravísima obligación la preocupación de formar las mentes de todos en nuevos sentimientos pacíficos.

3.4.2.7. La aportación de la iglesia a la paz


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 La iglesia cuando predica y ofrece los tesoros de la gracia contribuye a la consolidación de la paz en todas partes y también a un conocimiento de la ley divina y natural. Por eso es necesario de que exista un iglesia en cada uno de los pueblos para ayudar e incrementar la colaboración con todos.
La paz en el mundo es parte de la misión con la que la iglesia prosiga la obra redentora de cristo sobre a tierra, siendo la verdadera paz una expresión de la fe cristiana el amor que Dios Pone en cada uno de nuestros corazones. Dios se desprende una nueva visión y un modo de acercarse a los demás haciendo una solo persona como a un pueblo entero.


  • La iglesia exhorta  a las personas a hacerse participes de la consolidación de la paz destacando como particular la importante función del derecho internacional, nos enseña  que una verdadera paz es posible mediante el perdón y la reconciliación, sabemos que no es fácil perdonar muchos menos lo que son las guerras, ya que estas acciones  dejan un profundo dolor que solo puede aliviarse mediante una reflexión, capaz de afrontar las dificultades del presente con el arrepentimiento.
  • El perdón reciproco no debe anular las exigencias de la justicia mucho menos impedir el camino a la verdad. Además es muy necesario promover el respeto del derecho a la paz por lo que este favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de colaboración con vistas al bien común.
  • La iglesia dice que la oración ablanda el corazón con Dios y  el prójimo inspirados por sentimientos de respeto, confianza y amor. La oración litúrgica es la cumbre a la cual tiende la iglesia  la fuente de donde mana toda su fuerza.Claramente podemos ver que las jornadas mundiales de la paz son celebraciones para orar invocando la paz y para construir un mundo de paz.




LA ECOLOGÍA Y LA PAZ




4 comentarios:

Alicia Sumba dijo...

Aquí en este blog podrán encontrar información sobre el tema relacionado a la ecología y la paz.

Unknown dijo...

si esta información nos ya ayudar mucho a nuestra investigación ya que los puntos están claros y explicativos.

Unknown dijo...

si esta un buen material de apoyo para los trabajos que tienen que hacer con respecto al tema, nos ayudara mucho

Unknown dijo...

genial su trabajofelicidades